Bernardino Gómez de Obregón nace en Las Huelgas (Burgos) el 20 de mayo 1540. Fue hijo de Francisco Gómez de Obregón y de Juana de Obregón, padres de dos hijas más, Ana y María. Su familia, aunque de origen hidalgo, anduvo siempre escasa de recursos económicos y tras la muerte de su padre, Bernardino es recogido y educado por un familiar cercano, su tío, chantre de la iglesia de Sigüenza, quien se encargó de su educación y le posibilitó buenos contactos, al entrar al servicio del Obispo de la Diócesis, en donde pudo seguir su formación y conocer a importantes personajes de la época. También se encargó de sus dos hermanas: Ana, la pequeña, ingresó como religiosa en el Monasterio de Las Huelgas, y a María la casó en Burgos.
Etapa militar.
Como otros muchos jóvenes de la época, se alista en el ejército y entra en la compañía mandada por el Capitán Juan Delgado, con quien pasa a Flandes e Italia en las galeras del rey Felipe II e interviene activamente en la batalla de San Quintín, el 10 de agosto de 1557. Durante su etapa de militar, sirve bajo la órdenes del Duque de Saboya y del Duque de Sesa, que le abrirán las puertas de la Corte, una vez regresado a España. Ya en Madrid, el Duque de Sesa le nombra su Caballerizo Mayor y comienza a frecuentar los ambientes cortesanos, situándose en el círculo de íntimos del rey Felipe II, con quien comenzará una larga e intensa amistad que se mantendrá hasta el mismo lecho de muerte del monarca, asistiéndolo en sus últimos días.
Crisis espiritual.
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Sus años de militar y el contacto directo con la muerte en el campo de batalla marcaron profundamente a Bernardino, que, imbuido del profundo sentimiento religioso en el que había sido educado, comienza a frecuentar desde 1567 el Hospital de la Corte y a prestar sus servicios en las enfermerías, ocupándose del cuidado de los enfermos. Van a ser años decisivos en su vida, cuando decide, bajo el hábito de tercero de San Francisco, dejarlo todo y dedicarse por entero al cuidado de los enfermos. Vende cuanto posee y reparte su hacienda entre sus familiares y los pobres y se rodea de un grupo de seis compañeros con quienes comparte su nueva forma de vida: Juan de Mata, Juan Mendoza, Juan de Montes, Pedro Hurtado, Juan García y Juan de Dios. De esta manera, comienza a dar forma a lo que pocos años después será una Congregación dedicada a la asistencia de los enfermos pobres.
Bernardino enfermero.
Ante el aumento de jóvenes que deciden unirse a Bernardino en sus tareas asistenciales, funda a instancias de Felipe II una congregación, que es aprobada jurídicamente con el nombre de "Mínima Congregación de los Hermanos Enfermeros Pobres" y queda bajo la protección del Monarca, que dio las licencias necesarias para su fundación, recibiendo la aprobación del Ordinario de Madrid y la confirmación del Cardenal Arzobispo de Toledo y del Nuncio de Su Santidad. Se abre con ello una nueva etapa en la vida de Bernardino, caracterizada por la búsqueda constante en la mejora de la asistencia a los enfermos, conocedor, como ya era, de las grandes carencias de los hospitales de la época y de la falta de formación de los enfermeros.
Tras doce años de trabajo en el Hospital de la Corte, en 1579 adquiere Bernardino unas casas en la calle de Fuencarral (Madrid) y funda el Hospital de Convalecientes de Santa Ana, adonde se retira con sus hermanos y desarrolla una intensa actividad asistencial. Llegó a contar este hospital con 80 enfermos convalecientes y otro tanto de niños huérfanos que recogía de las calles de Madrid, para los que funda una escuela con maestro que les enseñaba la doctrina cristiana, a leer y a escribir y cuando alcanzaban la edad adecuada ponía al servicio de maestros artesanos para que les enseñasen un oficio.
En esos años, funda una congregación formada por 33 sacerdotes y una hermandad intitulada Junta de Caballeros, cuyos miembros acudían al hospital para dar de comer a los enfermos, hacer las camas y enterrar a los difuntos.
Toda esta ingente actividad había proporcionado a Bernardino el aprecio de los madrileños y el respeto y admiración de la Corte, en la que Felipe II le distinguió durante toda su vida con su amistad y protección, concediéndole el hábito de Santiago.
En 1587 y por bula de Pío V, se reducen todos los hospitales de la Corte, y entre ellos el de Convalecientes de Santa Ana, a uno solo, el Hospital General. Por expreso deseo del Monarca, los señores de la Real Junta de Hospitales encargan a Bernardino el gobierno del nuevo Hospital General, al que pasa con 36 hermanos y 40 enfermos desde el Hospital de Convalecientes de Santa Ana el 24 de julio de 1587.
Son años en los que aumenta considerablemente el número de hermanos enfermeros que ingresan en la Congregación, y Bernardino los envía a prestar sus servicios no sólo a los hospitales de muchas ciudades del reino (Sevilla, La Coruña, Zaragoza, Pamplona…), sino también a las cárceles y a los ejércitos. En 1588 van 22 enfermeros obregones en la escuadra enviada contra Inglaterra por Felipe II al mando del Duque de Medinasidonia, y posteriormente también efectuarán la travesía transatlántica.
Bernardino reformador.
Con más de 45 años, Bernardino de Obregón alcanza su madurez como enfermero. Conoce los males que aqueja a la asistencia sanitaria de la época. Había trabajo durante más de 20 años directamente con los enfermos y tratado con médicos, cirujanos y otros profesionales sanitarios. Todo ello le dio la visión necesaria para acometer cambios en el trabajo enfermero que supusieron una mejora significativa de los cuidados prestados en los hospitales, centrando su atención en cuatro pilares fundamentales: la mejora del entorno físico (la higiene de los enfermos y las enfermerías), preocuación constante por la formación del personal de enfermería (con la creación de las "Casas de Aprobación"), la atención a los enfermos pobres que recaían tras salir del hospital, creando hospitales de convalecientes, y la extensión de su modelo de enfermería más allá de las fronteras de España.
Tras rechazar Bernardino la propuesta de Felipe II de nombrarle Visitador General de los Hospitales Reales, marcha a Lisboa con 12 hermanos enfermeros ante la petición efectuada por el Príncipe Alberto, Cardenal y Gobernador de Portugal, que pidió personalmente al Monarca que enviase a una persona que reformase los hospitales de este reino. Llegó Bernardino a Portugal en julio de 1592 y se instala en el Hospital Real de Todos los Santos de Lisboa, desde donde comienza sus labores de reforma. Admite a hermanos enfermeros portugueses y castellanos, a los que instruye y sitúa en distintos hospitales de Portugal y las Islas Terceras (Azores). Funda en Lisboa una casa o colegio para niñas huérfanas de soldados y difuntos pobres, que llegó a acoger a más de 170 niñas; igualmente, acogía a mujeres y viudas sin recursos.
Es en esta etapa portuguesa cuando Bernardino decide, a petición de Felipe II, dar a su Congregación forma definitiva y componer unas Constituciones o Reglas que sirvieran de normas de funcionamiento a su instituto y de referente al numeroso grupo de hermanos enfermeros que ya asistían dispersos por muchas ciudades de España y Portugal. Para ello se retira al Monasterio de Ntra. Sra. de la Luz, de la Orden de Cristo, situado a pocos kilómetros de Lisboa, en donde comienza su redacción, que verá su final en el Hospital Real do Espíritu Santo de Évora.
Después de varios años de intensa tarea reformadora, Bernardino es llamado a la Corte ante la grave enfermedad que padecía Felipe II y le acompaña por expreso deseo del Monarca en sus últimos instantes en El Escorial, en donde fallece éste en 1598.
Las buenas y largas relaciones que le unió con la familia real hace que acompañe en 1599 al joven Felipe III a Valencia ante su inminente matrimonio; viaje del que vuelve al Hospital General de Madrid el 29 de abril de ese mismo año. Fueron los últimos meses de su vida. La grave epidemia de peste que asoló la Corte ese año, le hizo enfermar cuando atendía a un enfermo contagiado, muriendo el 6 de agosto de 1599, a la edad de 59 años. Con su muerte se cierra una vida entregada a la reforma de la Enfermería española que tendrá una gran influencia, ya que deja ordenado todo un modelo de prestación de cuidados que servirá de guía a otros enfermeros a través del tratado que dejó encargado imprimir a sus hermanos, titulado "Instrucción de Enfermeros", impreso en 1617 y que durante más de dos siglos será referente indiscutible para los enfermeros de España y otros reinos, imprimiéndose, al menos, cuatro ediciones más.
Bernardino de Obregón fue enterrado en una bóveda del Hospital General, cuando éste se ubicaba en la calle de San Jerónimo. En la actualidad, y desde el año 1999, sus restos descansan en una capilla del Camposanto de la Real e Ilustre Archicofradía Sacramental de Santa María y del Hospital General de esta Villa (Madrid), Institución que está llevando a cabo la rehabilitación del expediente de beatificación de este ilustre enfermero.
Bernardino después de su muerte.
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Su ideal de vida y su concepto de la prestación de cuidados fueron transmitidos a los hermanos de la Congregación que fundó, que siguieron los deseos de Bernardino y erigieron casas y hospitales por todo España y fuera de ella. Fue un hombre que dedicó gran parte de su vida a los más necesitados, pero con un espíritu de superación constante que le llevó a transformar los obsoletos cuidados prestados en los hospitales por otros más en consonancia con la medicina del Renacimiento y los avances científicos. Gran lector y, sobre todo, persona atenta y deseosa de aprender, hablaba y escuchaba a médicos, cirujanos y boticarios, de quienes aprendió y con cuyos conocimientos fue mejorando el día a día de los hospitales.
Bibliografía básica
- ANTONIO DE OBREGÓN, «El Venerable Bernardino de Obregón, Madrid», Instituto de Estudios Madrileños. Temas Madrileños XVI. 1956.
- JOSÉ DEL CORRAL, “Un santo: Bernardino de Obregón”, en «Cómo fueron aquellos madrileños». Madrid, Ediciones Boris Bureba, 1954, pp. 11-36.
- MANUEL JESÚS GARCÍA MARTÍNEZ Y OTROS, “Bernardino de Obregón, un enfermero del siglo XVI. Su papel en la reforma hospitalaria llevada a cabo por Felipe II. El Hospital de Convalecientes de Santa Ana”, en «Qalat Chábir. Revista de Humanidades», n.º 1. Alcalá de Guadaíra (Sevilla), Julio de 1993. pp. 60-69.
- ANTONIO CLARET GARCÍA MARTÍNEZ Y OTROS, “Tareas y funciones de los enfermeros pertenecientes a la Mínima Congregación de los Hermanos Enfermeros Pobres, recogidas de sus Reglas, editadas en 1634”, en «Qalat Chábir. Revista de Humanidades», n.º 1. Julio de 1993. Alcalá de Guadaíra (Sevilla), pp. 70-78.
- REAL E ILUSTRE Archicofradía Sacramental de Santa María y del Hospital General de esta Villa, «Historia del IV Centenario de la muerte del Venerable Bernardino de Obregón (1599-1999)». Madrid, 2003.
- MANUEL JESÚS GARCÍA MARTÍNEZ, “Vida y muerte en los hospitales castellanos (siglos XVI-XVII): la ayuda a bien morir, una función de los enfermeros obregones”, en «Híades. Revista de Historia de la Enfermería», núm. 9. Alcalá de Guadaíra (Sevilla), Qalat Chábir. A. C., 2003, pp. 109-154.